Galápagos para el mundo Cientifico


El Capitán Robert FitzRoy, que desde 1826 había hecho importantes exploraciones a bordo del barco "Adventure", debía realizar al comando del navío británico "Beagle", tan célebre en la historia de la ciencia geográfica, la exploración científica del Estrecho de Magallanes y de las tierras adyacentes. FitzRoy publicó un aviso para ofrecer un puesto en la expedición a alguna persona conocedora e interesada en estudios de Geología y de Historia Natural.

Para servir la plaza ofrecida se presentó un joven de apenas veintidós años de edad, estudiante en Oxford, modesto, serio y apasionado por la ciencia. Era Carlos Darwin.

Hijo de Roberto Waring Darwin, médico distinguido del Condado de Shrop, y nieto del ilustre Erasmo Darwin, también médico y poeta nacido en Elston en 1731, Carlos Roberto Darwin vio la luz el 12 de febrero de 1809 en Shrewsbury. Fue el abuelo Erasmo hombre de letras y de ideas muy atrevidas para su tiempo, en algunas de las cuales acaso pueden verse en germen ciertos principios evolucionistas que el nieto había de ahondar y difundir años más tarde.

Desde niño mostró Carlos Darwin extraordinaria inclinación a la naturaleza y a observar sus fenómenos; dominábale una pasión: la de coleccionar toda clase de objetos, conchas, piedras, estampillas, monedas. En su autobiografía dice:

"Esta pasión por reunir objetos, que lleva al hombre a ser naturalista sistemático, o anticuario, o tacaño, era en mí muy fuerte y evidentemente innata porque ni mi hermano Erasmo ni ninguna de mis hermanas tuvieron nunca semejante capricho". A la edad de 16 años —dice uno de sus biógrafos— la afición por coleccionar cosas había legado a ser una pasión: conchas, minerales, insectos, huevos de aves etc". (115)

Su padre trataba en vano de inspirarle afición a los estudios de medicina, tradicionales en la familia; al ver la poca inclinación que mostraba a dicha ciencia, intentó dedicarlo al sacerdocio; pero al joven Darwin tampoco le interesaba la Teología y era nada hábil para el aprendizaje de idiomas.

Otro de sus biógrafos dice que en la escuela sobresalía en Geometría, le gustaba leer los dramas históricos de Shakespeare, los poemas de Tomson y las poesías de Byron y de Scott. La lectura del libro de las "Maravillas del Mundo" que conoció siendo muy niño, le impresionó hondamente. (116) Ingresó a la Universidad de Oxford en donde siguió: lo mismo que en Cambridge, estudiando sin entusiasmo, de modo que ninguna esperanza ofrecía a sus maestros y familiares. En cambio apasionábale la lectura de libros sobre Geología y Ciencias Naturales. Las obras del sabio alemán Alejandro von Humboldt .devoraba con particular deleite y tuvieron decisiva influencia en la formación de su espíritu. Esas lecturas le inspiraron vivísimo deseo de visitar lejanos países. Cuando leyó el aviso de FitzRoy se entusiasmó sobre manera y pidió a su padre permiso para embarcarse y formar parte de la expedición que el Almirantazgo británico enviaba al Estrecho de Magallanes. El Doctor Roberto Darwin se negó rotundamente a satisfacer los deseos de su hijo; pero con la intervención de un pariente acabó por consentir en ese viaje que pensaba duraría poco tiempo.

Carlos Darwin se presentó, pues, al Capitán Roberto FitzRoy y fue aceptado como naturalista de la expedición.

FitzRoy era descendiente del Rey Carlos II y de Bárbara Villiers, por parte de los Duques de Grafton. Había ingresado a la marina cuando sólo tenía catorce años de edad y antes de los veinte era ya Teniente de Marina. FitzRoy era cuatro años mayor que Darwin. Este, cuando se presentó al Capitán del "Beagle", era un joven de elevada estatura, piernas largas, hombros anchos, frente amplia, ojos grises, cejas espesas, nariz larga y boca bien formada. Su hermoso rostro revela, según retratos de la época, inteligencia y bondad al par que una personalidad decidida y fuerte.

El barco que iba a realizar, como dice Monte, "una de las hazañas científicas más grandes de todos los tiempos", cuyo nombre figura gloriosamente en la historia de la Ciencia era un bergantín de seis cañones, reconstruido y adaptado para la expedición científica en las costas de Sud América que se prolongó por cinco años y medio: El "Beagle" regresó a Inglaterra después de haber dado la vuelta al mundo.

Los resultados de este viaje fueron de trascendencia muy honda en la historia de la ciencia: Además de preciosos datos geográficos y oceanógraficos; de importantes investigaciones climatológicas, geológicas y botánicas, una concepción nueva o por lo menos olvidada desde los lejanos tiempos de Lucrecio, atrajo la atención del pensamiento humano. Ya no eran teorías o atisbos de sabios naturalistas o filósofos griegos o romanos, sino hechos concretos que no encontraban explicación satisfactoria sino mediante leyes biológicas que venían a revolucionar muchos conceptos en las ciencias de los seres vivos. Y el extraordinario espíritu analítico unido a la especial capacidad de síntesis de Carlos Darwin hizo que esta transformación de la Biología se popularizara y volviesen a discutirse con calor las doctrinas de Juan Bautista Lamarck (1744-1829), de Jorge Cuvier (1769-1832) y de Sir Charles Lyell (1797-1875).

El 27 de diciembre de 1831 levó anclas el bergantín "Beagle" y dirigió la proa a Sud América. Darwin llevaba consigo las obras de Humboldt, los "Principios de Geología" de Carlos Lyell que acababan de ser publicados, y "El Paraíso Perdido" de Milton. La obra de Lyell fue guía valiosa en sus investigaciones geológicas, pues ofrecía una explicación nueva a las transformaciones del globo.

Las descripciones de Darwin, desde el momento en que llegó a las costas del Brasil, revelan el "embeleso", la admiración, el transporte que le produjo la bella y rica naturaleza tropical americana. Sus observaciones geológicas establecieron las primeras y sistematizadas teorías de la formación del Continente según la ciencia moderna y completaron los geniales estudios de Humboldt. Después de hacer el cuadro de la formación geológica, después de reunir abundante material para el estudio de la Zoología y la Botánica del Nuevo Mundo en campos y selvas del Brasil y de la Argentina, especialmente de la Patagonia y la Tierra del Fuego; después de haber ascendido a la Cordillera de los Andes en Chile y haber hecho curiosas observaciones etnográficas y sociológicas sobre nuestro Continente, Darwin se dirigió al Archipiélago de Galápagos.

Llegó a las islas el 15 de septiembre de 1835 y el 17 por la mañana desembarcó en la isla Chatham. Desde el primer momento comprendió la importancia científica de esa extraña tierra: "Is very remarkable! dice, "It seems to be a littie world withim it self; the greater number of itsinhabitants, both vegetable and animal, being found nowhere else".

Sorpresa le causó la formación geológica del Archipiélago en el que no vacila en afirmar "hay por lo menos dos mil cráteres". Al contemplar las ingentes masas de lava Darwin se dio cuenta de la formación esencialmente volcánica de las islas. El sabio observador sostiene que por erupciones ocurridas en el fondo del Océano se inició su formación. Durante muchas centurias nuevas erupciones acumularían material pétreo hasta que las nuevas tierras emergieron de la superficie del mar. En todo caso, hablando en términos geológicos, la antigüedad de las islas no es muy grande. Enfriadas las tobas volcánicas, poco a poco se fue formando la flora y la fauna de las islas por migraciones casuales llevadas por las olas y por los vientos. El sabio naturalista en su famosa obra "Origen de las Especies" dice: 


Por los párrafos transcritos puede verse cómo las observaciones realizadas desde el primer momento en que Darwin visitó las islas despertaron en la mente del gran naturalista excepcional interés. Surgieron a consideración del filósofo múltiples problemas a cual más importantes: ¿Cómo explicar la población vegetal y animal del Archipiélago? Por qué la existencia de especies que no existen en otras partes del mundo? A qué se debe la diferenciación de estas especies? Respecto de la flora dice Darwin que sólo en la isla Fernando Noronha ha visto una vegetación que pueda compararse con la de las Galápagos. La original y extraordinaria fauna le impresionó sobre manera. Tiene razón von Hagen al decir que entre aquellas caóticas masas de lava, la teoría de la evolución fue concebida; y que si no se puede asegurar que al poner los pies en Galápagos naciera, enteramente de golpe en el cerebro de Darwin, esta idea, fue allí, en el Archipiélago, en donde se cristalizó.

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